Si lo vieras no te darías cuenta.
Si solo lo miraras no verías nada más que un
chico de aspecto desgarbado y sonrisa nerviosa.
A simple vista no encontrarías nada fuera de lo común.
Darrell es solo un chico.
Sin embargo, si miraras un poco más allá, si lo
observaras con un poco de atención comenzarías a notar ciertas cosas. Como que
tiene la mirada perdida, o ese curioso y recurrente temblor de manos.
Quizá si lo miraras de nuevo empezarías a darte
cuenta que Darrell tiene un problema.
Si, Darrell es solo un chico, pero no es como
cualquier otro chico.
Sin embargo,
tendrías que mirarlo a fondo, observar con demasiada atención para darte
cuenta.
Habría que
reparar en cada detalle:
En esa forma
precipitada que tiene de hablar, soltando palabras al azar sin siquiera estar
seguro de lo que intenta decir. En esa curiosa manía que tiene de revolverse el
cabello, en la forma en que su sonrisa se curva ligeramente a la izquierda y en
esa extraña costumbre de perder el hilo de la conversación, como si algo dentro
de su cabeza lo mantuviera demasiado absorto; en todas y cada una de esas
pinceladas para comenzar a atar cabos.
Quizá, y solo
quizá entonces comenzarías a comprender.
Que, sí, Darrell
puede ser solo un chico pero está lejos de ser un chico común y corriente.
Y, tal vez, aún
después de haber llegado tan lejos no sepas entender; puede que no te parezca
más que una oveja descarriada o una manzana podrida.
Porque tendrías
que aprender a ver más allá, mucho más allá.
Tendrías que
notar demasiadas cosas para darte cuenta que el verdadero problema de Darrell
es mucho más que un montón de pastillas y una que otra pesadilla.
Que el verdadero
problema de Darrell, es que tiene el corazón roto.
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